17 jul 2013

Recordando a la guarachera de Cuba.


El festival de jazz de San Sebastián de 1987 presentó un programa que era deslumbrante por el número de figuras que aquel año asistían: recuerdo haber disfrutado con los conciertos de Branford Marsalis Quartet, John McLaughlin con Paco de Lucía, Stanley Jordan, Stan Getz Quartet, Ornette Coleman’s Prime Time con Don Cherry y el Art Ensemble of Chicago. En la página del festival dicen que también estuvo el Dexter Gordon Quintet, Richie Cole y Sarah Vaughan con su trío, entre otros, pero no asistí a esos conciertos, no se puede estar en todas partes y el festival tenía varias sedes. Aquel año fue inolvidable, pero lo que recuerdo con más intensidad es el concierto que dieron Tito Puente y Celia Cruz. En un ambiente multicolor, con gente de todos los lugares pero sobre todo vascos y franceses, en cuanto que empezó a sonar la salsa el velódromo de Anoeta se convirtió en una sala de fiestas de la Habana pre-castrista. Todo el mundo bailaba y alucinaba con la fuerza de la guarachera. Quedé convencido de que Celia Cruz era una de esas cantantes con personalida arrolladora que se dan una vez por siglo: como la Callas, Ella Fitzgerald o la Niña de los Peines. 


Luego acudí cada vez que se presentó la ocasión de disfrutar de un concierto suyo, pero recuerdo de manera especial uno que se celebró en Segovia, ya no recuerdo en qué año, en el festival de verano que organiza el ayuntamiento local. Era una de esas noches de agosto en que el aire baja del Guadarrama próximo y hace que la noche se vaya enfriando progresivamente, de manera que llega un momento en que es difícil estar ahí, vestido con ropa veraniega y tiritando de frío. El  “frescor” era tal que la taquilla no había sido ni mucho menos la que se merecía una artista de su talla. Sin embargo, eso no hizo que bajara la intensidad de su espectáculo y la vimos entregarse de la misma forma que lo había hecho ante miles de personas en el abarrotado velódromo de Anoeta. Nos proponía superar el frío siguiéndola en su arrebatador despliegue de música, pero ella no desfallecía ni un momento. Los pocos que tuvimos la suerte de estar allí aquel día disfrutamos de toda la intensidad de su canción y de los ritmos trepidantes de Tito Puente.

Así son los grandes artistas. Son grandes siempre, en cualquier circunstancia.

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