28 feb 2012

Alex Ross: la explicación.

El gran Alex Ross, autor del éxito editorial "Ruido eterno", nos da una explicación con la que coincidimos en su totalidad.


ALEX ROSS

¿POR QUÉ ODIAMOS LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA?

Artículo aparecido en THE GUARDIAN el 28 de noviembre de 2010.
(traducción Manuel Larios)




Trascurrido casi un siglo desde que Arnold Schoenberg y sus alumnos Alban Berg y Anton Webern dieran a conocer sus rigurosos acordes al mundo, la música clásica contemporánea sigue siendo una propuesta poco atractiva para la mayoría de los asistentes a los conciertos. En la última temporada de la New York Philharmonic, varias docenas de personas abandonaron la sala durante la interpretación de las Tres piezas para Orquesta de Berg; un número parecido lo hizo en el Carnegie Hall antes de que la Filarmónica de Viena atacara las Variaciones para Orquesta de Schoenberg.
El más sereno de los músicos del siglo XX puede causar un perceptible crujir de dientes en el público. La Serenata para tenor, trompa y cuerdas de Benjamin Britten es una partitura más o menos tonal, todavía en el 2009 en el Lincoln Centre, molestaba a un caballero sentado detrás de mí. Cuando alguien en la sala lanzó un “Bravo” me gritó: “apuesto a que eso era una pose”. Tuve que resistirme a la tentación de golpearle con mi partitura de bolsillo.
En parte semejante comportamiento puede estar relacionado con la notoria mala educación de ciertos neoyorquinos, pero el problema es más complejo, como puede comprobar cualquier promotor que pretenda invertir en el repertorio del siglo XX. Muchos asistentes están aún traumatizados por el golpe que supuso la escucha de la pieza ultraviolenta “Panic” de Harrison Birtwistle en la última noche de los Proms de 1995. Durante décadas, críticos, historiadores e incluso neurólogos han estado ponderando la cuestión de por qué la así llamada música contemporánea puede dejar traumatizado al oyente medio. Después de todo, las aventuras artísticas en otros campos de la creación han encontrado una recepción muy diferente. La pintura más cara de la historia es una algarabía de Jackson Pollock titulada Abstracto nº 5, vendido en el 2006 por 140 millones de dólares. Magnates y emires se rifan a los arquitectos de vanguardia. El Ulysses de James Joyce congrega públicos de todo el mundo en divertidas fiestas cada 16 de Junio.
En alguna ocasión, estos artistas “malditos” fueron tachados de charlatanes,  de embaucadores, para emplear un término que sigue siendo común entre los desagradecidos asistentes a los conciertos. Un editorial del New York Times propuso el insulto de “embaucador” al “Desnudo bajando una escalera” de Marcel Duchamp, cuando lo expuso en 1913. El mismo prejuicio fue esgrimido en 1946 por un comentarista que no encontraba diferencia alguna entre un Picasso y el dibujo de un niño. La “canción de amor de J Alfred Prufrock” de TS Eliot, fue acusada de estar compuesta de “banalidades incoherentes”. En nuestros días, se causará una reacción airada si alguien se atreve a decir en una cena que Pollock es un disparate. Pero si uno lo dice de John Cage nadie le quitará la razón.
Las explicaciones sobre la permanente resistencia del público hacia la música contemporánea han proliferado, su variedad es tal que aún nadie tiene la clave para explicarlo. Una teoría sostiene que la preferencia por la tonalidad simple es intrínseca al cerebro humano. Los intentos de demostrar esta teoría han obtenido resultados ambiguos. Por ejemplo, un par de estudios sugieren que el oído infantil prefiere los intervalos consonantes a los disonantes. Si bien, también es cierto que los niños escuchan música tonal casi desde el momento de su nacimiento, con lo que están condicionados a aceptarlos como “naturales”. Sin embargo, las investigaciones en las artes visuales demostraron que los niños prefieren antes las imágenes figurativas que las abstractas. De modo que si las 327.000 personas que acudieron a la Tate Modern a ver la  obra de Mark Rothko desoyeron esas teorías, también podían hacer lo mismo respecto de la música.
Existe también una explicación sociológica: puesto que el público de los conciertos está inevitablemente atrapado en sus asientos durante un período determinado, tienden a rechazar las obras extrañas con más facilidad de lo que lo hacen los visitantes de exposiciones, que se puede mover libremente, adaptando su paso a las imágenes raras. Pero si la forma de asistir a la recepción de las obras condiciona la respuesta, uno se imagina que las audiencias ofrecerían la misma repulsión hacia las ideas novedosas en la danza, el teatro y el cine. La popularidad relativa de George Balanchine, Samuel Beckett o Jean-Luc Godard sugiere otra cosa. Incluso es llamativo que los cineastas hayan hecho un uso frecuente de las mismas disonancias que los asistentes a los conciertos consideran tan desagradables. La película de Stanley Kubrick “2001: Una Odisea del Espacio”, que tiene la alucinante banda sonora de György Ligeti, dejó sorprendidos a millones de espectadores al final de los sesenta. La película Shutter Island (La isla siniestra) de Martin Scorsese que también despliega músicas de Cage, Morton Feldman, Giacinto Scelsi y Ligeti, ha sido un reciente éxito de taquilla. La partitura de Michael Giacchino para la serie de TV Perdidos (Lost) es una enciclopedia de técnicas vanguardistas. Si el oído humano fuera instintivamente hostil a la disonancia estas y otras mil producciones de Hollywood habrían fracasado.

Compositores: ¿Mejor muertos?
El problema, sospecho que no es ni psicológico ni sociológico, sino que más bien los compositores contemporáneos han sido víctimas de una indiferencia que viene de muy lejos y que está relacionada con la relación que los melómanos mantienen con el pasado. Incluso antes de 1900, la gente acudía a los conciertos esperando ser masajeados por los adorables ecos de los viejos tiempos. (“Los nuevos sonidos no gustan en Leipzig”, dijo un crítico del estreno del Primer Concierto para piano de Brahms).
La profesión musical se dedicó en exclusiva al objetivo delirante de reproducir las obras maestras de la antigüedad. Cuando Schoenberg, Stravinsky y compañía introdujeron nuevos vocabularios de acordes y ritmos, el juego se volvió en su contra. Incluso compositores que estaban empeñados en acomodar su gusto al de la tonalidad romántica encontraron escasa respuesta; no podían solucionar, salvo que adoptaran drásticas medidas, la desventaja de estar vivos.  
Los museos y galerías de arte adoptaron aproximaciones al tema muy diferentes. En EE.UU., el MoMA, el Art Institute de Chicago, y otras instituciones importantes promovieron el arte moderno. Ricos mecenas abrazaron algunas de las más radicales corrientes, que fueron ampliamente promovidas; los críticos elevaron la consideración de Pollock y compañía a héroes hechos a sí mismos.  Cundió la idea de que los museos podrían ser sitios adecuados para ciertas aventuras intelectuales. En una reciente visita al MoMA, fui sorprendido por un cartel a la entrada que pregonaba: “Pertenecer a algo brillante, electrizante, radical, curioso, fuerte, en movimiento. . . rebelde, visionario, dramático, actual, provocativo, audaz. ..”


Recambios de coches para percusión.

En este momento no existe ninguna gran orquesta capaz de definirse en términos parecidos,  pero un par de organizaciones se están moviendo en esa dirección. Desde su inicio en 1992, Esa-Pekka Salonen dio a la Filarmónica de Los Ángeles un perfil más audaz y está ahora aplicando el mismo modelo a la London Philharmonia. Grupos de jóvenes formados por más de mil personas presenciaron las sesiones de la MusicNOW de la Sinfónica de Chicago, que astutamente ofrecía suplementos de pizza y cerveza gratuitos. El Southbank Centre de Londres y el Barbican han elaborado para ávidas multitudes programas nocturnos de Edgard Varêse, Iannis Xenakis, Luigi Nono y Karlheinz Stockhausen. Ni siquiera en Nueva York la situación llega a ser tan desesperada, ya que por ejemplo Alan Gilbert, que tomó la dirección de la Filarmónica de Nueva York la pasada temporada, ha estado obteniendo éxitos con programas tan difíciles como el Grand Macabre de Ligeti, Ameriques de Varèse y  con el que realizó el inicio de la temporada, la obra de Magnus Lindberg “Kraft”. Los más veteranos espectadores vieron emocionados como los abonados de la Filarmónica celebraban la pieza de LIndberg, que apenas contiene trazas de tonalidad y en la que se utilizan piezas de desguace de coche como percusión. La diferencia estuvo en el regalo de Gilbert a la audiencia antes de entrar en un territorio desconocido: una breve lectura en la que dio una idea de la estructura de la pieza, mostró algunos momentos estelares, hizo bromas a su costa y, en definitiva, dejó la idea de que si se iban pronto se iban a perder algo importante.
Toda música precisa del desarrollo del gusto del oyente, ninguna música es aceptada con unanimidad. Hace un par de meses, el blogger Proper Discord mencionaba que de los álbumes más vendidos en EE.UU. esa semana, (entre los que estaba el pop de Katty Perry conectando perfectamente con su Teenage Dream), sólo uno de cada 1.600 ciudadanos había comprado alguno. Ciertamente algunos géneros son más populares que otros, pero los gustos individuales cambian bruscamente. Cuando yo era joven adoraba el repertorio musical de los siglos XVIII y XIX y desechaba la música del siglo XX tanto la popular como la seria. Después, cuando conocí la fuerza de la disonancia, fui de Schoenberg a Messiaen y Xenakis y, siguiendo el camino de la disonancia, pasé al sonido post-punk de Sonic Youth. Muchos de mis contemporáneos llegaban a la música clásica por un proceso opuesto: en lugar de empezar  con Mozart lo hacían con Steve Reich o Arvo Pärt. Para construir las audiencias del futuro, las instituciones de la música clásica deberían tender más puentes de interés entre los géneros.
Lo que debe desaparecer es la idea de que la música clásica es un medio únicamente dirigido a calmar las ansias de belleza, una especie de tratamiento de balneario para corazones cansados. Tal actitud no sólo debilita a los compositores del siglo XX sino también a los clásicos que pretende poner en valor. Imagínese la rabia de Beethoven si alguien le dijera que su música iba a servir de hilo musical en las estaciones de tren para calmar a los viajeros y ahuyentar a los delincuentes. Los oyentes acostumbrados a Berg y Ligeti podrán encontrar una nueva dimensión en las obras de Mozart y de Beethoven. Y también los intérpretes.  Durante demasiado tiempo hemos tenido a los maestros clásicos en una jaula dorada. Es tiempo de dejarlos salir.

22 feb 2012

Sobre la percepción.


Me dicen los pedagogos (como Pilar Larios) que la apreciación sensorial de la realidad depende en gran medida de la atención. No sé si será por eso que uno es capaz de distinguir en un sonido musical la presencia de numerosos timbres de instrumentos distintos. Al fin y al cabo los timbres musicales no son más que ondas sinusoidales complejas que están formadas por distintas ondas simples que se van sumando hasta configurar la forma sonora característica que tiene un instrumento. Cuando, además, las ondas de varios instrumentos se unen para formar una onda aún más compleja que presiona el aire para que golpee tenuemente la membrana de nuestro tímpano la cosa parece alcanzar un grado de dificultad difícilmente imaginable. Pero aparte de la atención, también entran en juego otros factores como pueden ser una cierta capacidad natural y una educación basada en la práctica.
 
En cuanto a esto último, es de destacar la importancia tan grande que tiene la educación musical para que la gente “oiga” mejor la música. Por eso cuanto más educación musical se recibe mejor se oye la música. Aquí como en toda las esferas de la vida, la ayuda que proporciona un buen maestro tiene un efecto fundamental para las personas. 

Uno se da cuenta con el tiempo de que está más preparado para ciertas apreciaciones sensoriales que para otras. Personalmente soy una persona que tiene muy poca facilidad para observar. Además de estar provisto de una deficiente visión desde mi más tierna infancia, tengo lo que los oftalmólogos llaman una atención visual bastante deficiente, es decir, soy lo que comúnmente se conoce como un tipo muy despistado. Según los sicólogos esto se debe más a deficiencias del cerebro que de la propia visión, el cerebro no procesa bien la información que los ojos le envían. Soy capaz de estar viendo un objeto y no reconocerlo, soy de esos que buscan un pañuelo en un cajón sin encontrarlo mientras mi mujer todavía se extraña de que no sea capaz de verlo estando delante de mis narices. Mi cerebro procesa mal la información visual, (además de algunas otras cosas). Sin embargo, desde siempre he sido capaz de distinguir timbres diferentes en un sonido. Ahora que lo pienso deben de tener razón los sicopedagogos porque al mismo tiempo, tengo dificultades para entender lo que la gente dice en los cafés, en los bares o en cualquier sitio público.
¿Será porque la gente dice muchas tonterías y le pongo más interés a lo que escucho cuando el sonido es musical?

Ya lo decía Antoni Muntadas:



10 feb 2012

La mitad de la mitad.




Finalmente ya sabemos en que va a quedar esta temporada de la Orquesta de Extremadura y poco más o menos se corrobora lo que habíamos previsto. Desaparece el director artístico y titular, es decir, queda descabezada, a mercede de los vientos, un día con un director invitado otro día con otro. Hay un concierto con un director invitado de prestigio, muy conocido, que es Enrique García Asensio, siendo el resto directores jóvenes, alguno parece que novel, de los que no podemos hacer un juicio crítico porque no los conocemos y un director principal invitado que es el de la Orquesta Joven de Extremadura, Miguel Romea, que hace la mitad de los conciertos. Todos los solistas son miembros de la propia orquesta, con lo que no se gasta en ningún dispendio. En cuanto a los efectivos de la orquesta será como dijimos en su día: nada posterior a Wagner. En realidad hay una Sexta de Mahler pero para ello se recurre al auxilio de la Joven Orquesta. Todo esto, con los músicos trabajando la mitad de la jornada, en medio de un ERE temporal, pues es lo que nos queda: la mitad de la mitad de la OEX. Nada de música moderna, nada de riesgo, Mozart, Haydn, Beethoven, Mendelssohn, Schubert, Schumann.  
Eso no quiere decir que no confiemos en la profesionalidad de la orquesta que es muy alta.
Seguro que escucharemos cosas buenas, pero esto es en lo que ha quedado.
P.D.
Como ya preveíamos, la televisión autonómica no sufre recortes y apostaría a que va a recibir más dinero del que venía recibiendo. Y si no al tiempo.


3 feb 2012

Músicas para el fin de semana.

No podemos entrar en el fin de semana con este mal cuerpo que nos dejan las noticias de la candente actualidad, así que habrá que hacer algo.
Como hoy tenemos un día un poco “dual” vamos a dejar dos muestras de cómo la música puede ayudarnos a sobrellevar las angustias y los sinsabores buscando siempre el lado luminoso de la vida, como ayer nos aconsejaban los Monty Python.
La primera es de Afred Brendel porque hemos leído en la prensa que está en Barcelona dando unas clases magistrales para pianistas. Después de haberse retirado con ochenta años cumplidos, el checo ha decidido recorrer mundo explicando a los jóvenes como ha entendido él la interpretación. Seguramente debe ser un hombre tan honesto como su aspecto sugiere. Cuenta El País que han hecho recientemente un documental sobre su vida para el canal Arte entre la BBC y la ZDF y que al principio de la película suelta Alfred Brendel: “No fui un niño prodigio. No soy judío, al menos hasta donde yo sé, ni provengo de ningún país del este europeo. Mis padres no fueron músicos. Tengo una buena memoria, aunque no excepcional. No soy muy bueno en solfeo. O sea, no sé por qué he triunfado en la vida como músico”. Es decir, empieza a hablar de sí mismo desmontando los posibles tópicos que pudieran hacerle parecer mejor, o que pudieran dar una imagen suya que despierte compasión o que ayuden a crear un mito sobre su persona.





El otro es una debilidad de este blog: George Benson. Cada cual tiene sus debilidades. Ya hemos comentado que aunque es un hortera de cuidado es también el mejor guitarrista de jazz vivo. Al menos nos parece a nosotros.  Personalmente he de decir que cuando le escuché esa forma de fraseo en la guitarra cogí la mía y la colgué. Hasta la fecha. Es decir que los beneficios que Benson ha proporcionado a los amantes de la música son muchos y muy variados.

2 feb 2012

La solución a la OEX.

Aquí se puede ver como el público de la Orquesta de Extremadura recibe alborozado las últimas noticias que llegan de los nuevos gestores de la Consejería de Cultura. 


A mí, por el contrario, me parece muy mal lo que está pasando.

- Han descabezado la orquesta, la han dejado sin Director, ni artístico ni titular. Han puesto, como era de esperar, a Miguel Romea al frente de la misma pero como Director Principal Invitado, que es decir poco. Va a dirigir tres conciertos esta temporada, han dicho.
- Van a hacer un ERTE, que es un ERE temporal. Lo que viene a ser algo así como que: ya que nos costaría un dineral pagar los despidos de 55 músicos y 7 empleados, que se estén ahí quietecitos y que no gasten mucho. Lo justifican diciendo que el SEXPE pagará la mitad de los sueldos, pero es como no decir nada. ¿Qué más da que lo pague la Consejería de Cultura o que lo pague la de Empleo, Empresa e Innovación? (Bien mirado sí que están innovando).  
- Hay unas medidas de ahorro muy interesantes. Por ejemplo se va a elegir repertorio que exija pocos músicos contratados y, de ser necesario, lo serían de la joven orquesta. Es decir, que de Wagner hacia adelante nada. Bueno, a mí también me gusta la música barroca. Pero lo que más me ha gustado es que para ahorrar en partituras piensan echar mano del archivo. (Me recuerda las medidas para Cultura de José Mota cuado decía: Carlos III pasará a ser Carlos I. Tenía más gracia que esto).

La información acaba con la consabida alusión a la mala gestión y a la deuda oculta, pero bueno, eso son rencillas de políticos de las que no nos gusta ocuparnos en este blog y que, además, el público conoce ya muy bien. 

Vamos a intentar una traducción urgente de la canción de Monty Python. Como consuelo. 


Algunas cosas en la vida son malas. Realmente pueden llegar a volverte loco. Otras sólo te hacen jurar y maldecir. Cuando las cosas vayan mal en la vida no os quejéis, dar un silbido y esto os ayudará a que las cosas salgan mejor ...

... Y siempre mira el lado brillante de la vida ... Mira siempre el lado luminoso de la vida ...

Si todo parece pudrirse a tu alrededor, es que algo has olvidado y ese algo es reír y sonreír, bailar y cantar. Cuando sientas que todo es una basura, no seas tonto, sólo frunce tus labios y silba, eso es lo que hay que hacer.

... Y siempre mira el lado brillante de la vida ... Mira siempre el lado luminoso de la vida ...

Porque la vida es algo absurda y la muerte es la última palabra, siempre debes enfrentarte al telón que baja con una reverencia. Olvídate de tus pecados,  dale al público una sonrisa, para que disfrute,  es tu última oportunidad de todos modos.

Así que siempre mira el lado brillante de la muerte, justo antes de expirar

La vida es una mierda cuando la miras,  la vida es una risa y la muerte es un chiste, es verdad. Verás que todo es un espectáculo. Ve riéndote a medida que avanza. Piensa sólo que la última risa es la tuya.

Y siempre mira el lado brillante de la vida ... Mira siempre el lado bueno de la vida ... (Vamos, chicos, ánimo!) Mira siempre el lado brillante de la vida ... Mira siempre el lado brillante de la vida ... (Peores cosas suceden en el mar, ya sabes.) Mira siempre el lado brillante de la vida ... (quiero decir que en definitiva: ¿Qué tienes que perder?) (Ya sabes, vienes de la nada. Vas a volver a la nada ¿Qué has perdido? ¡Nada!) Mira siempre el lado bueno de la vida ...