16 jul 2010

Biblioteca: Félix de Azúa, autobiografía sin vida.

 Se puede escribir un texto de casi doscientas páginas de prosa poética de la mejor y no ser capaz de ponerle un título al asunto. Así es el libro de Félix de Azúa: Autobiografía sin vida. Un título feo, poco descriptivo, inadecuado para lo que trata el libro. Él sabrá.
Personalmente conocí a Félix de Azúa en el blog de El boomeran(g), donde coloca los artículos que escribe en prensa para varios periódicos. Es doctor en Filosofía, poeta (uno de los nueve novísimos de Castellet junto con Gimferrer, Panero, Molina Foix), melómano, como este último, catedrático, periodista y narrador. Es uno de los impulsores, junto con Boadella, de Ciutadans de Catalunya, una plataforma cívica antiseparatista.
Me gustó porque iba a su aíre. Azúa, profesor de estética en la facultad de Arquitectura de Barcelona, escribió un famoso artículo sobre la música de Schoenberg y su recepción, (o no recepción, mejor dicho), que debatimos mucho cuando estudiaba musicología (a cierta distancia). Este artículo hay que imprimirlo y ponerlo en la cabecera de la cama para leerlo todos los días la levantarse. A partir de entonces empecé a leer sus artículos en el Boomeran(g).
Compré el libro pensando que se trataba de un ensayo sobre algún tema relativo a la historia del arte, y algo de eso tiene el libro, pero en realidad no sabría definirlo. Habla de lo que a él le ha gustado en lo referente a la plástica, los símbolos, los mensajes transmitidos por el arte. En ese sentido es en el único en el que podemos hablar de una autobiografía. Habla de la muerte del arte, del vacío. Pero lo hace utilizando un lenguaje poético. Sin embargo escribe en una prosa muy precisa. Así que no sé si es una narración, un ensayo, una obra lírica o qué.
Al final, establecida la muerte del arte y certificada su defunción, Azúa dice con Blas de Otero que lo que nos queda es la palabra. No la palabra analítica del experto, del teórico, sino la palabra viva que sale de la boca con un placer físico y que revienta en la mente al escucharla:

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
(En el principio, Blas de Otero).



Poema Función Superestructural de Félix de Azúa
Literatura es la forma de historia
como si hacer poesía fuera la leyenda de una sola palabra
monasterios helados la tinta fue sacada con pólvora
desde el puente de mando o ante las ruinas
nadando para cruzar el río o unidos a naciones extrañas
meditativos -la aristocracia es la esencia de la literatura-
al borde del río y del sepulcro.
Una forma de historia muy sutil
no por eso menos unida a la guerra y los dioses
enamorada de lo imperecedero -soberbia, sí-
( oh Señor Dios de los ejércitos )
fragantes y coquetas cuando los nobles cortesanos
unían ambos polos largas colas y puños esmaltados
buenos tiempos para volver a Anfriso y Galatea.
La gran forma de historia Tod ist Freude madre
atlantes rubios antropófagos.
Al disfraz de método y sistema
medio ciegos mezclados hacia dentro hacia fuera
descubiertos en sucios barrios conocidos cuartos
detenidos junto a bacantes y corruptos senadores
subidos en el veloz camión hacia la cárcel
tan arrepentidos como inocentes. Literatura es la historia
letra de historia donde la lupa puede ver los sistemas
en frases que se muerden la cola
rastrear entre palabras victoriosos términos
capítulo final antes de abrir epílogos de la materia.

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